31.12.06

Decimo día: despedida de Tokyo

Hoy es nuestro último día en Tokyo. Nos levantamos a las 7:30 porque el autobús que nos lleva al aeropuerto pasa por el hotel a las 8:20. Muy puntual. Vemos en el hall que hay una excusión al monte Fuji de Sunrise Tours. Qué putada no haber tenido más tiempo. Pasamos por varios hoteles, recogiendo a más gente y tenemos la última oportunidad para ver la isla de Odaiba, ya que pasamos también por allí.

Para cuando llegamos al aeropuerto estamos mentalizados de que la vuelta va a ser na pesadilla, son mucha horas. Anoche compramos oxígeno embotellado por 600 yenes en un 24 horas. Cuando pasamos las maletas nos lo localizan y allí en medio tenemos que abrir la maleta y sacarlo. En vez de tirarlo, lo abrimos (nos ayudan las propias azafatas) y lo respiramos. Sólo en plan coña, porque no tenemos ni tiempo ni ganas. El mío es de frambuesa y el de Lluch, de menta.

Lluch poniéndose ciega de oxígeno en el aeropuerto de Tokyo. Las azafatas japonesas no daban crédito.


En total tenemos que pasar cuatro controles. En el bus subió una especie de revisor, miró los pasaportes, sin quitar una sonrisa de su cara y los maleteros; luego tuvimos que pasar las maletas por los rayos x (donde nos pillan el oxígeno); luego te piden el pasaporte y la tarjeta de embarque; y finalmente, cuando pasas la maleta de mano y te cachean. Un coñazo de tomo y lomo.

Con lo que no contábamos es con que nuestro vuelo se había cancelado por "returno of aircraft" (también nos comentaron que había un tifón), salía más tarde (dos horas) por lo que perdíamos el siguiente vuelo de Frankfurt que nos llevaría a Madrid. Después de una charla con el que más mangoneaba allí, que era como Luis Aguilé pero sin la corbata gigante, para que nos diera otro vuelo (al día siguiente todos currábamos) y de no ganar nada con ello, nos dan vales de comida para el aeropuerto (no más de 1.500 yenes por persona, que nos gastamos en un italiano) y una noche de hotel, con cena y desayunos incluidos, en Frankfurt. Una putada porque perdemos un día, aunque nos lo tomamos de forma positiva y de esta manera podremos descansar y no llegar con el jet lag a España.

Retraso en nuestro vuelo.


En el avión nos dan dos piscolabis y dos veces de comer. Por supuesto, al perder el tiempo con el Aguilé nos sientan separados. De traca. Veo tres películas: El código Da Vinci, The sentinel y El caso Slevin. El tío que Jose tiene al lado que es japones se pasa las doce horas de vuelo jugando al sudoku en papel. Llegamos a Frankfurt a las 7 de la tarde, que para nosotros son las 3 de la madrugada. Para llegar desde la terminal al hotel hay que coger un monorail que tarda muy poco.A las 10 bajamos a cenar, va incluido (34 euros cada uno). Buffet de ensalada y en mi caso un curri indio (vegetales, arroz y tempura).

El gigantesco hotel Sheraton en Frankfurt, en el aeropuerto y de lujo.


Y en el mini bar... ¡sí! oxígeno. Te lo recomiendan para el jet lag. Y nosotras queríamos traerlo de Tokyo como algo raro.

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