Volvemos matados al hotel. Como recompensa propongo reservar en un restaurante al más puro estilo japonés, con tatami y que nos sirvan de lujo. Por una noche nos lo vamos a permitir. Ahora lo gracioso es reservar. Al lado del hotel había un restaurante típico en el que pregunté. Allí nadie hablaba inglés, así que le pregunté la hora de cierre (¡las 11 de la noche!)y que iríamos cuatro personas. Yo estaba hambrienta, después de haber comido sólo el desayuno.
Cuando llegamos a las nueve de la noche, había bastante gente, sobre todo tíos compañeros de empresa que acababan de salir de currar. El restaurante tenía dos plantas y nos subieron a la de arriba. Por supuesto te tienes que descalzar (como en los probadores de las tiendas) y al sentarte lo bueno es que podías elegir o sentarte normal o encogido. Menos mal, porque a las tres cervezas ya no había dios que cruzase las piernas.
Pedimos platos sueltos, un poco al azar porque no nos entendíamos. Además pedimos un especial de carne para ver qué nos traían. Nos salió por 19.000 yenes, que al cambio es a un poco más de 6.000 pesetas. Nos sirvieron primero un aperitivo, en el que iba una caracola del tamaño de Minesota. Los varones se la tragaron, asqueroso.
Entrante de la casa: una mouse, setas y una caracola gigante
Luego pasamos al pollo frito, albondigas de pollo, brochetas, carne a la brasa que te la fríes tú mismo, fideos en sopa, arroz caldoso y arroz seco blanco. De primero pedimos además una ensalada de tomate.
Fideos y arroz en caldo.
Brochetas de pollo y trozos fritos de pollo. El huevo crudo se echa por encima. Los japoneses tienen la costumbre de echarle huevo crudo a lo que comen para que coja cuerpo. Un poco asqueroso. El otro día en un episodio de Shin Chan el pobre se quejaba de esto mismo. Pero luego le cogía el gustillo. Pues eso mismo.
Carne a la parrilla. Te la fríes tú.
Llegamos a los postres con ganas de más (había sorbete y pudding) pero ya cerraban y nos echaron. Pagamos y nos fuimos. Fuimos como todas las noches a comprar el desayuno del día siguiente. Nos estresa pensar qué nos queda por hacer y que sólo tenemos el día de mañana.
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