Al salir del antro donde hemos cenado, nos encontramos de frente con un karaoke gigante. Decidimos que de mañana no pasa: hay que hacer ya el ridi ante el micro. Es una gigantesca cadena de karaokes que hay por todas partes, Bigecho (en cada planta hay diferentes salas).
La zona va acorde con el sitio donde hemos cenado. El mercadillo que se encuentra en Ameyoko es una sucesión de tenderetes que venden desde fruta y pescado a artículos de limpieza y zapas de segunda mano.
Son un montón de puestos y el tren pasa justo por encima de nosotros, con un ruido ensordecedor entre unas cosas y otras. Hay zapas a buen precio y un japonés regalando avellanas. Todo, surrealista.
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