Por la noche, el metro respira soledad. Nada que ver a lo que nos cuentan de las primeras horas de la mañana. La estampa es la misma. Alguien agotado llama por el móvil sentado en cuclillas en el suelo. La línea amarilla es por seguridad y a veces marca también dónde se abre la puerta.
Y más máquinas dentro del metro, de helado y de café.
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