En comparación a Madrid, la gente no va deprisa en el metro. No te cierran las puertas en las narices ni nadie sale corriendo en el último momento.
Así son las máquinas.
Llama la atención las peluquerías dentro del metro, que prometen un corte de pelo en diez minutos.
Y las grandes vallas publicitarias de películas. Como ésta de la última peli de Bruce Willis, 16 calles.
O esta otra, inquietante.
Lluch, yo misma y Jose en el metro de Daimon, el que cogíamos todos los días.
Cualquier momento es bueno para retocarse.
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